"Los mitos son las almas de nuestras acciones y nuestros amores. No podemos amar más de lo que creemos". Paul Valéry

jueves, 22 de agosto de 2013

ORIGEN DE LA PALABRA "ASESINO"

Existió en Siria, en el siglo XI, un fanático musulmán conocido por todos como "el Viejo de la Montaña". Estaba al frente de un pequeño ejército con el que ejecutaba las más cruentas venganzas políticas y sometía mediante el terror a la población de la región.

Los jóvenes reclutados para su ejército eran adoctrinados y, según cuenta la leyenda, les prometía el paraíso eterno llamado "el Jardín de Alá". Para que el fueran siempre fieles, había creado en su fortaleza de Alamut, un jardín inmenso, lleno de las más variadas hierbas, flores y frutos, arroyos, comida, bebida y bellas mujeres. Había creado el paraíso eterno. Antes de entrar en la fortaleza, sus adeptos eran obligados a consumir hachís (en árabe hassis). Bajo los efectos de esta drogas, los jóvenes eran conducidos por la fortaleza, creyendo haber llegado al Paraíso. "El Viejo de la Montaña" les prometía que si morían por su causa, él mismo les conduciría de nuevo al "Jardín de Alá", por lo que los adeptos estaban dispuestos a cualquier cosa.

Este ejército también consumía hachís antes de salir de correrías, por lo que los guerreros se volvían aún más crueles y despiadados. Por esta razón, se les comenzó a conocer como los "hassasí", que en árabe significa "consumidor de hachís". Esta palabra no tardó en extenderse, y cualquier matador era designado de este modo.

El anciano líder tuvo una serie de sucesores que continuaron con su estrategia de reclutamiento, así como su sangrienta forma de dominación, hasta que el último de ellos fue capturado y ejecutado por Gengis Khan.

La palabra aparece usada por primera vez en el español hacia el 1300, variando su escritura hasta el siglo XVIII, cuando fue introducida en el Diccionario de la Lengua Española. Alguna de sus formas fueron: anxixín, assesino, acecino y assasino. Este vocablo fue traído por los cruzados desde Cercano Oriente, dejando huella también en el francés (assassin) y al italiano y portugués (assassino).

martes, 13 de agosto de 2013

MAN-PUPU-NYOR. LA COLINA DE LOS GIGANTES DE PIEDRA

Cuenta la leyenda que en los espesos bosques de los montes Urales, habitaba la poderosa tribu Mansi, cuyos hombres eran capaces de vencer a los osos y correr más rápido que los ciervos. Los Mansi vivían protegidos por los espíritus de la montaña sagrada Yalping Nyeri gracias al buen hacer del líder de la tribu, Kuuschay.

Kuuschay tenía dos hijos; su hija era esbelta como los pinos y poseía una voz tan dulce que hasta los venados abandonaban el valle de Ydzhid-Lyagi para escucharla.

Los rumores de la belleza de la hija de Kuuschay llegaron a oídos del gigante Torev, que se encontraba cazando con su familia cerca de las montañas Haraiz. El gigante no pudo reistir la tentación y decidió ir a comprobar con sus propios ojos si los rumores eran ciertos.

Tan embelesado quedó cuando vio el rostro de la joven que exigió su mano a Kuuschay. Pero el viejo líder se negó a entregar a su hija, y el gigante, enfurecido, llamó a sus hermanos para tomarla por la fuerza.

Los gigantes aprovecharon el momento en el que Pygrychum, el hijo del líder, había salido a las montañas a cazar junto con los guerreros de la tribu, y asediaron al pueblo de los Mansi. Éstos resistieron durante un día los envites de los titanes desde sus altas murallas de hielo. Bajo una nube de flechas, el jefe Kuuschay gritó desde la torre más alta:

"¡Oh, buenos espíritus, salvadnos de la muerte! ¡Qué Pygrychum vuelva a casa!


En ese mismo instante, entre truenos y relámpagos, bajó del cielo un espeso manto de nubes que cubrió toda la ciudad, protegiéndola del ataque de los gigantes. Sin embargo, esto no frenó al gigante Torev, que corriendo, aplastándolo todo y enarbolando una gigantesca maza llegó a la base de la fortaleza y descargó su maza contra la muralla de cristal, que se desmenuzó en mil pedazos. La oscuridad en aquel momento era total y el viento soplaba con fuerza haciendo volar los cristales, por lo que los gigantes decidieron esperar en la cresta de la montaña a que las nubes se disiparan y los primeros rayos del alba iluminaran los restos de la fortaleza para poder acabar con los que hubiesen sobrevivido. Los Mansi, por su parte, decidieron aprovechar la ventaja que les confería la oscuridad que les habían regalado los espíritus, para escapar y esconderse en las montañas cercanas.

Al amanecer, la niebla comenzó a disiparse y los gigantes estaban preparados para el nuevo asalto, pero cual fue su sorpresa cuando los primeros rayos de sol mostraron al joven Pygrychum encabezando a su ejército de guerreros. En el brazo del guerrero, refulgía un brillante escudo y en su mano enarbolaba una espada concedida por los espíritus para derrotar a los gigantes.

Alzando la espada al sol, de su punta surgió un haz de fuego que se dirigió directamente a los ojos de Torev, que enfurecido se corría junto a los demás gigantes contra Pygrychum y su ejército. Pero lentamente los movimientos de los gigantes se fueron ralentizando y el haz de luz se convirtió en una cúpula que cubría a los gigantes y al propio Pygrychum. Los guerreros Mansi contemplaban la escena preparados para actuar en cualquier momento cuando un crujido sonó en lo alto del monte. Entonces se apagó el haz de luz y se pudo comprobar como los gigantes se habían convertido en piedra, gracias al sacrificio de Pygrychum, pues también él se había convertido en piedra.

Desde ese día, en la remota taiga de los Urales, permanecen impasibles al paso del tiempo las figuras pétreas de los gigantes y el guerrero y en todas las montañas de los alrededores se pueden encontrar pequeños cristales de roca, restos de la fortaleza de los Mansi que Torev destruyo con su maza.